jueves, 2 de febrero de 2017


Foto: Carrera de Protección Civil. Toluca 2016.

Toluca, Estado de México.– Como consecuencia del tren de vida actual y de las circunstancias sociales de los tiempos presentes, los índices de estrés laboral y depresión han aumentado considerablemente. Según la Organización Mundial de la Salud, México ocupa actualmente el primer lugar en estrés laboral (2015) y entre 12% y 20% de las personas de entre 18 y 65 años de edad padecen depresión, esto de acuerdo con información de la Secretaria de Salud.


Los detonantes del estrés en la mayoría de los casos son situaciones propias del trabajo y no incidentes ocasionales de otra índole. Muchos de esos accionantes tienen que ver con los cambios sociales que se han producido en las últimas décadas. También hay otro tipo de probables agentes desencadenantes como demográficos, socioeconómicos y tecnológicos. Un sospechoso más es la globalización de la economía, que incentiva la feroz competencia. La exigencia laboral que invade los espacios privados de los individuos, producto de las necesidades del mercado de servicios, además de la reducción de los tiempos lúdicos de las personas, que aumentan el número de preocupaciones y el tiempo en el que las personas están expuestas a ellos y, por otro lado, inhiben las posibilidades de descanso y de relajación.

Según la OMS, Las causas más comunes de estrés en el trabajo son los riesgos psicosociales relacionados con la organización del mismo, su diseño, así como las condiciones internas y externas que pueden tener influencia sobre la salud, el desempeño y la satisfacción laboral.

Por otro lado, las fuentes de la depresión no solo comprenden los problemas económicos o son derivadas de la sensación de inseguridad, también pueden tener su origen en los conflictos con la pareja, los noviazgos mal concluidos, las separaciones o divorcios, e incluso en la pérdida de un ser querido, familiar o no. Aunque el problema afecta a casados o solteros este parece tener mayor presencia en el último grupo, pero es incluso más frecuente entre viudos y desempleados. Las edades entre las que se ubican la mayoría de los casos son entre los 18 y 35 años, aunque replica en las personas de entre los 65 y 70 años de edad. Claro está, también las exigencias sociales sobre el comportamiento y el rendimiento laboral, la no cabida al error, el castigo moral de la sociedad en el mundo físico y virtual, la imposición de estereotipos y moldes a repetir de los cuáles es impensable escapar, ponen su granote de arena en esta cuestión.

Como consecuencia de lo anterior, la existencia de ambos problemas en el territorio nacional debe hacer suponer que la calidad de vida de los mexicanos se ha visto mermada. Por ello es importante, pero, sobre todo, necesario elaborar políticas en ese sentido. Queda claro que una de las principales necesidades es mejorar la salud física de las personas y combatir todos aquellos hábitos que provocan su deterioro (obesidad, tabaquismo, alcoholismo, etc), pero es de igual forma importante el proteger la salud mental y emocional de las personas para que puedan disfrutar de su vida y no ponerla en peligro, además, hay que decir que hay estudios que ya hablan de las posibles relaciones entre la salud mental y la física (por ejemplo, los que vinculan la obesidad con la depresión), lo que lo hace aún más determinante, como para no ser tomado en cuenta.

Otro de los graves problemas a considerar, es que se ponderan los beneficios del ejercicio desde una postura estética, que apela a ciertos canones de belleza, imposibles de llevar a cabo en la realidad y que fuerzan a las personas a rigurosos y estrictos procedimientos, que lejos de abonar a la salud la deterioran y al no observarse los cambios prometidos, hacen desistir a las personas que se alejan de lo que pudieran ser hábitos de vida positivos. Una constante en este sentido es incluso, la búsqueda de beneficios estéticos dejando de lado el ejercicio, valiéndose de todo tipo de artilugios que prometen maravillas con nula comprobación de resultados, y en el peor de los casos, hacen consumir a la gente productos nocivos para la salud.

Por eso hoy más que nunca hay que considerar el incentivar la activación física evidenciando los beneficios primarios para la mente y su contribución al día día, para que las personas se sientan y sean más felices, sin dejar de lado, que como consecuencia también la salud física mejorará. Incluso, desde el punto de vista pragmático, hay que señalar que, si al sistema capitalista le interesa un mejor y mayor rendimiento, tendrían que contemplar estas posibilidades en beneficio de sus empleados y de ellos mismos.


Pero si acaso las políticas públicas no giran en ese sentido y es interés del ciudadano común emprender un proyecto de vida que contemple la salud física y mental , es una propuesta sensata hablar de correr, pues aunque no es el santo grial, es un deporte accesible al grueso de las personas, que demanda esfuerzo individual, que no requiere del contacto físico, que involucra retos contra sí mismo, más que la competencia contra otros, y que por supuesto, pese a sus necesidades individuales también da cabida a grupos o compañeros que incentiven y acompañen el ejercicio.

Por ejemplo, según revisión realizada por Stanton y Reaburn a otros estudios, se halló una disminución de síntomas de depresión entre las personas que realizaron actividad aérobica moderada tres veces a la semana. Por supuesto que entre esas actividades físicas estuvo el correr o caminar, además de la bicicleta estática y elíptica.

Incluso hay que decir que médicos y terapeutas recomiendan correr para mejorar la salud emocional y señalan, que es mejor que tratamientos a base de medicamentos para combatir la obesidad.

Por otro lado, hay que decir que al correr se generan endorfinas que provocan la sensación de felicidad, lo que hace que las personas se encuentren de mejor humor y se sientan positivos durante el día. Al completarse retos o cumplirse metas se mejora la confianza, la cual se extiende a otras actividades, y, por si fuera poco, ayuda a combatir las adicciones, porque al ser un tranquilizante natural los pacientes se hacen más fuertes para resistir al impulso de consumir alcohol u otras drogas.

Por último, ayuda a enfocar la mente y a la concentración, disminuye la fatiga mental, y contribuye a la memoria, aspectos útiles para la vida diaria en el trabajo y familia.

Si bien habría que cuestionar el modo en que la vida se ha transformado, y como las necesidades económicas de los distintos países han hecho que las labores absorban cada vez más a los individuos y que las imposiciones de la moda provocan también demasiado dolor en las personas, y que todo esto debe cambiar para bien de la humanidad, un paso a dar para no padecerla es incursionar en la práctica deportiva a fin de mejorar, y no ser prisioneros de tantas necesidades creadas. Hay que recordar que se puede comenzar con 180 horas, que no son más que tres horas a la semana, según la OMS, para mejorar la salud emocional y física, esto por supuesto se habrá de traducir en beneficios para la mente; se pensará bien, y gracias a las endorfinas que producen felicidad, se verán siempre mejor las cosas; por si fuera poco, al crecer el ánimo, se enfrentaran con mayor ímpetu los quehaceres cotidianos y seguramente quedará mucha más energía para convivir con aquellos que alimentan nuestra existencia. Por último, pero no menos importante, incrementaremos la autoconfianza y seremos invulnerables a las cosas que antes nos afectaban. Hay que combatir a la depresión, hay que plantarle cara al estrés, hay que saltar de la cama y rescatar los tenis, poner los pies en la tierra y echarnos a andar el camino, ese camino largo que más allá de la meta, promete muchas satisfacciones en la ruta.

Realizado con información de: OMS, INEGI, Secretaria de Salud y UNAM. 

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